miércoles, 24 de enero de 2007

Ayer a la tardecita vino el abuelo y charlamos del bocacalle tapado. Él vive por allá por la estación, así que no sabía nada de la inundación. Mucho no le importó igual; ya se va a destapar, dijo.
Y después empezó a hablar de una sopapa, creo que quería ir a destaparlo él.
Cuando me quedo en su casa unos días, todas las noches se escucha el pitido de algún tren que viene o va. Insoportable, el pitido. Lo peor es que nunca son a la noche temprano, o a la mañana tarde. Son a la noche tarde, o a la mañana temprano.
Insoportable.
Igual, como hay un museo de antiguas piezas, casi siempre voy un rato a mirar. Hay una que me encanta, es una rueda toda oxidada, de las viejas. Está colgando de la pared, pero tiene una cosa de vidrio que la tapa, para que no la roben.
Yo no entiendo quién se va a robar una rueda vieja, oxidada, carcomida, y de tren. Porque ahora los únicos que usan esas ruedas son los trenes, y los que se encargan de los trenes son los que trabajan en la estación.
Para mí, nunca nadie de la estación robaría algo de la estación.
Pero no sé.

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