—Hola Cornelio —saludó —. Hola, completo desconocido —agregó, dirigiéndose al chico con una enorme sonrisa.
—Es Gregorio. Llegó ayer, desde muy lejos. Y cree que podés ayudarlo a comunicarse con su familia.
—No conozco a su familia. ¡Ni siquiera lo conozco a él! ¿Cómo podría ayudarlo?
A Gregorio Montiel le molestó que no le dirigieran la palabra, que no lo miraran; que hicieran como si él no estuviese allí.
—Me dijeron que usted colecciona objetos mágicos —intervino—. Tal vez alguno me ayude a hablar con mi mamá.
Mauricio Percha dudó. Frunció los labios y levantó una ceja. Miró a los dos visitantes con mucha cautela. Y entonces volvió a mostrar esa gigantesca sonrisa.
—¡Por supuesto que sí! —gritó, entusiasmado—. ¡Adelante, hay muchas, muchísimas cosas por ver!